martes, 9 de agosto de 2011

Retornar.

Es tarde y su cuerpo pide un descanso... El fin de semana ha sido largo y las emociones fuertes: viaje, alegría, nadar, calor, instalarse, sentir, organizar, mareo, sudor, besos, disputas, ganas de mil cosas, frustración, canciones, decepción, orgullo, risas, llanto, playa, hacer castillos de arena... Y todo en apenas 36 horas. Pero nada de eso importa ahora... Él ya no está con ella.
Llega la noche y la soledad retorna junto a dulces recuerdos de la noche pasada... El calor era insoportable, pero no le importaba, pues lo tenía junto a ella. Un simple abrazo servía para que su corazón sintiera que se iba a salir de su cuerpo, pues había añorado aquel momento como si nunca fuera a llegar. Ahora, había llegado y tenía que disfrutarlo. No le importaba el calor, no le importaba la gente, sólo le importaba él. Él colocó el brazo justo en la curvatura de su cuello, y ella acomodó su cabeza sobre su pecho desnudo. 
Al cabo de un rato, ambos se habían fundido en un abrazo, y la cara de él reposaba sobre el pelo de ella... Podían oír sus corazones, y cada latido que ella escuchaba era un regalo que guardaría en su memoria para siempre. Sabía que ese momento acabaría, sabía que aquello no duraría siempre, y que la esperaba una cama fría, desierta, sin él. Pero eso sería mañana, ahora era su momento, quería aprovechar de él todo lo que pudiera y por ello sus cuerpos se mantuvieron unidos toda la noche. Nada más importaba. Sólo el contacto de sus dos cuerpos, amarrados con fuerza...

Pero ya nada era igual... Ahora ella estaba sola. Su cama, muda de sentimientos, ajena a su soledad sólo aportaba un lugar dónde apoyar su cuerpo desganado. Dormir sobre piedra era lo mismo si él no estaba, y eso ella lo sabía. "Piensa en que algún día será para siempre..." ese pensamiento se repetía una y otra vez en su cabeza, pero no era suficiente... Quería su calor. Los 30 grados de temperatura exterior le eran indiferentes. No quería ese calor...
- Sólo me faltas tú...- murmuró entre las sábanas.
Pero sólo éstas la escucharon, pues nadie más había en la habitación.

Ahora, 48 horas después quiere retornar al pasado, volver al viejo colchón de litera dónde el calor, el ruido y los malos pensamientos eran algo vano, carente de sentido, pues tenía junto a ella a su razón de vivir, abrazados como metal fundido entre sí,  y en ese momento, nada más importaba.

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