martes, 2 de agosto de 2011

Luz

"La noche había sido demasiado agotadora… Muchas despedidas indeseadas se sucedieron sin aviso, muchos asuntos quedaron sin resolver en manos ajenas, y para colmo había tenido que partir rápidamente hacia desconocidas tierras, dejando atrás  lo que ya se había convertido en mi verdadero hogar.
El viaje en caballo tampoco había sido del todo placentero ya que la silla de montar había decidido acabar conmigo antes de llegar al puerto. Pasamos  un día en el carro y cuando cayó el sol nos dispusimos a partir de nuevo.
Llegamos a puerto relativamente pronto. No tenía excesiva sed, pero sabía que iba a pasar 3 días en aquel enorme barco y debía estar fuerte, así que busqué algún joven grumete al que seducir para poder beber de él. Encontré a la víctima perfecta: un joven muchacho, algo ebrio y bastante tímido. No me costó saciarme gracias a él, y ni siquiera se dio cuenta.
Aún tenía casi toda la noche para mí sola… quería desconectar. Desde mi conversión no había podido disfrutar de una noche para mí, de una noche tranquila, sin sobresaltos ni quehaceres rodándome la cabeza. Claro que tenía en qué pensar, pero esa noche iba a ser para mí.
Lo busqué con la mirada… Lo había traído conmigo para no sentirme sola, pero también porque en unos pocos meses había despertado en mí un sentimiento de protección hacia él. Era demasiado alocado como para mantenerse fuera de peligro mucho tiempo, y yo sabía que podría aportarle la estabilidad que necesitaba.
Unos pocos besos en un puente, o en el lecho de mi cama habían servido para que me hiciera olvidar muchos errores del pasado, mucho dolor causado, y sobre todo, me había hecho olvidar que mi antiguo acompañante de viaje no estaba conmigo. Pero ahora, sentada en la cubierta mojada de aquel barco, él tampoco estaba…  ¿Dónde se había metido? Escuchaba a lo lejos la música de su violín, y a unos cuantos marineros borrachos cantar canciones inteligibles para un oído sobrio. Los prefería a ellos… Pensé que sería mejor buscar consuelo en las páginas de mi libro…
Miré las estrellas, y me di cuenta de que hacía mucho tiempo que no las veía con tanta calma y claridad. Me paré a pensar, y la última vez que conté estrellas del cielo había sido cuando aún era una frágil humana, del lado de mi padre, cuando cumplí 21 años. Aquella noche fue mágica para mí, y ahora revivía aquel recuerdo como si hubiera pasado ayer. Busqué los grupos de estrellas que solía identificar con mi padre, pero muy pocos recordaba ya. Quise llorar… pero no pude.
Seguí leyendo, mientras la brisa del océano mecía mi larga melena ondulada, y las gotitas de agua me salpicaban la cara con astucia.  Largo rato pasó, hasta que noté que alguien se acercaba a mí. La música había cesado, así que debía ser él. Quería mostrarme enfadada, y darle a entender que me había molestado haberme dejado sola, pero pudo conmigo.
Cuando le dije que me había abandonado, una ola de tristeza lo inundó. No pude resistirlo. No podía verlo triste. Ver lo que había provocado con mi farsa me hacía sentir fatal. Incluso siendo un frío vampiro, noté el sentimiento de culpa recorrer mi cuerpo, desde los pies a la cabeza.
No aguanté más e hice aquello que debía haber hecho nada más verle. Me lancé a sus labios. Ya los había probado antes, pero me daba cuenta de que cada vez que lo volvía a hacer, sentía más cosas distintas.  Noté sus fríos y suaves labios entran en contacto con los míos, y desde luego no rechazó mi beso. Volví a abalanzarme sobre él, esta vez por deseo más que por culpa, y más sentimientos aparecieron. Hacía mucho que todo eso no salía a flote, y estaba empezando a emanar todo de golpe. Noté como su aura cambiaba, como su estado de ánimo pasaba de ser triste y culpable, a alegre y eufórico. Yo también sentía todo aquello, y mucho más.
Me tumbé sobre su pecho, observando el mar y las estrellas. ¿Qué más podía pedir en ese momento? Me encontraba sobre la persona que había despertado en mí el sentimiento vetado para los vampiros, frente a mí tenía todo un negro océano algo revuelto refrescando nuestros cuerpos, y sobre nosotros, un cielo cubierto de estrellas, sin una sola nube que tapara algún recoveco oculto. La luna alumbraba nuestros nosotros, dejándome ver el pelo enmarañado que caía por sus hombros. Quise abalanzarme de nuevo sobre él. Quise morder su apetitoso cuello y dejar que el bebiera del mío. Quise que nuestra sangre fluyera mezclada para así sentirlo más mío. Pero no era el momento… Aquello era mágico, como la última vez. Aunque las diferencias eran apreciables, ambas eran dignas de recordar. Sólo una cosa que deseé más que abalanzar sobre él… que Lucio no desapareciera como lo hizo mi padre. Que esto que estaba viviendo pudiera volver a repetirlo una y otra vez, hasta que ya no hubiera estrellas que contar en el firmamento…"


Para la estrella que más alumbra allá arriba.
Leyna.

2 comentarios:

  1. No he comentado, pero leí el texto hace tiempo. Me gusta un montón :) Me dieron ganas de escribir algo así a mí también, la verdad xD Pero como no sabía qué hacer, pues me puse a crear mi nuevo personaje jajaja.

    XXX :D

    ResponderEliminar
  2. Es que últimamente estoy muy escritora de este tipo de cosas :)

    ResponderEliminar