martes, 16 de agosto de 2011

Acero de mentira.

Y de repente nada es lo mismo.
Palabras, nada más que palabras hicieron aflorar el dolor. La ignorancia había creado un estado de felicidad permanente que sólo se disipaba con la presencia del conocimiento. Y esa noche, estaba conociendo muchas cosas.
Un secreto que debería haber permanecido oculto, un sentimiento que nunca debería haber nacido, y un dolor que era innecesario. ¿De verdad quería seguir viviendo en la ignorancia? No, algo contestó que no sin permiso. Por eso, al día siguiente la valentía habló primero, la desconfianza después, y todo se mezcló con más y más dolor.
El dolor de la traición iba haciendo un surco a su paso, abriendo nuevas heridas que no esperaban ser abiertas. Para más deleite del espectador, además de abrir nuevos senderos, iba acabando con todos los ya cerrados que encontraba a su paso. Y cruzó el más doloroso, y quizás más reciente: la desconfianza.
Una raja, profunda y supurante de odio, se hallaba en proceso de curación. Hacía muy poco que el último agresor había cortado un nuevo tramo, y poco a poco luchaba por cerrarse. Las grapas y puntos de sutura se habían ido colocando a lo largo de los días, y en apenas en 20 minutos, todos habían saltado por los aires, dejando reabierta la puñalada pasada.
Pasó por otras viejas heridas: el dolor de perder al ser querido, el dolor de perder al ser amado, y sobre todo el dolor de perder a lo que tanto importó en su día.
Pero, de pronto, todo volvió a cambiar. Un ungüento, cuyo ingrediente principal era la venganza, comenzaba a extenderse por el pecho sangrante.
Aun así... dolía como nunca: ver como cuchillos pacíficos se alzaban en armas dolía más que cualquier vieja herida. Y es que no hay nada más doloroso que sentir el acero de la mentira rasgando la piel, la carne, el músculo y casi el hueso. Y si el puñal lo empuña el sol de tus días, el aire de tu atmósfera, ¿qué otra cosa podría dañar más?
Pero de nuevo aparece el valor. Va y viene como la adrenalina sube y baja por el cuerpo en una montaña rusa, pero esta vez se encontraba en lo más alto de la más alta cuesta, y dispuesto a lanzarse sin barra protectora.
Un perdón a tiempo, un ungüento sanador, siempre ayuda si es aplicado como es debido. Las heridas quedaron embalsamadas como un cadáver en descomposición. De momento nada las haría sangrar. Así, era el momento de decidir.
Un torrente de planes sobrevoló la confusión de una mente aún dolorida, y tomó la que más consideró correcta.

Ahora, más recuperada, más consciente y algo desconfiada, dicha mente actuará sin tener en cuenta las consecuencias. La Anarquía prima en ella, y las normas se han evaporado por un tiempo. Sólo el corazón dictará ahora la sentencia justa, y sólo él hablará después de mucho tiempo silenciado.

"Tu corazón es libre... Ten el valor de hacerle caso." (William Wallace)

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