jueves, 22 de septiembre de 2011

Tú.

Se va el calor y mi mente comienza a divagar sobre los placeres que poco a poco se acercan y que yo cada vez anhelo más.
Una avalancha de ideas inunda mi mente, me hace desertar a un mundo lleno de cálida luz, sin ruidos, sin gentío a tu alrededor.  Me exime de toda obligación, y poco a poco estas ideas van  tomando forma, generando ilusión. Pero una impera sobre todas, una que me hace elevar mi ser a las nubes, volar como si una pluma fuera mi cuerpo, y la gravedad no fuera más que una invención del carcelero de mi imaginación.
Me evado de la realidad… “Tenue luz,  nubes grises que se elevan el cielo e intentan ocultar al astro rey, pero no vencerán fácilmente, apenas unos rayos se consiguen filtrar creando la atmósfera perfecta. Una playa de arena seca, fina y blanca. Las olas chocas contra los pedriscos que se alzan a lo alto franqueando aquel remanso de paz, ayudados por los verdes árboles, toscos y viejos pero rebosantes de vitalidad. El musgo trepa por la coraza de los viejos pinos, buscando la luz que las nubes intentan disimular. El aroma de la sal es leve, pero intenso al mismo tiempo. Se acaba el verano, pero la temperatura es perfecta, y el momento lo es aún más. Tumbados sobre toallas nos abrazamos para entrar en calor, quiero parar el tiempo, quiero detener el reloj justo en ese momento y que nunca nadie lo haga andar de nuevo, quiero que ese momento se extienda en la posteridad de los días. Todo es perfecto: el lugar, la situación, el clima, y como no, él. (…)”


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