Poco a poco te das cuenta de cómo va todo. Avanzas a trompicones por caminos llenos de piedras y malas hierbas; algunas las esquivas o sorteas, y otras en cambio no tienes más remedio que pisarlas, darte de bruces con ellas o, sin darte siquiera cuenta te estampas con ellas y al momento las olvidas.
Pero... ¿por qué seguimos sufriendo con cada tropezón? A metros de distancia vemos lo que viene. Antes de llegar, en casi todas las ocasiones vemos que hay una piedra, y que de una manera u otra tenemos que esquivar. Pero los seres humanos somos así de imbéciles. A los árboles, cuando vemos que están tomando la dirección adecuada se les corrige con tirantes y correas, en cambio una persona ve que el camino que lleva es incorrecto, y ¿qué hace? Espera a darse cuenta cuando ya está sobre la baldosa fallida...
Un barco, en mitad del océano ve a lo lejos que una tormenta se avecina, y vira su rumbo, pues con tal viento el palo mayor no aguantaría, caería por la fuerza de empuje que las corrientes de aire infringirían sobre las velas... Cambia su dirección y en vez de enfrentarse la tempestad la aprovecha... ¿Cuándo el hombre aprenderá a comportarse así? ¿Tan imbéciles somos?
Desde luego, de los errores se aprende, de las caídas se saca siempre algo positivo: para la próxima vez se suele estar preparado, ¿no?...
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