lunes, 23 de enero de 2012

Diario A.

"Y pasaba las noches durmiendo en el suelo... Su sudorosa piel, grasienta y olorosa hacía que no pudiera pasar más de media hora a su lado. Lo justo y necesario para que cayera completamente dormido; en el momento en el que veía que sus ronquidos empezaban a emanar como una vieja carraca por esa boca maloliente, me tiraba al suelo, aun a sabiendas de que si él despertaba la reprimenda sería dada con látigo. 

Por suerte, la pasada noche el vino y la ayudita que yo le proporcioné surtieron efecto y no pidió nada... Cayó dormido en el jergón casi sin terminar de desvestirse. Desde luego, no iba a ser yo la que terminara de sacar esa túnica sucia y húmeda. ¿Qué habría pasado si el icor no hubiera surtido efecto y hubiera requerido de mi... servicio? Estuvo insoportable, y su dorso de la mano abofeteó hasta en 2 ocasiones mi cara... No, no quiero  imaginar qué habría pasado si me hubiera negado... 
Cada vez que recuerdo qué pasó la última vez... aún palpita la marca de mi pecho cada vez que veo su espada cerca de mí. Tengo que hacer algo... Esto no puede seguir así. Está arruinando lo poco que llevo de vida, y por mucho vino y cerveza que beba no va a morir, está demasiado sano... 
Pero debe pagar... Pagará él, y desde luego el maldito hijo de puta que entregó a su hija a tal bestia. Y no será dentro de mucho; mientras tanto, el frío suelo seguirá siendo mi fiel compañero de sueños, y este diario mi desahogo más secreto."


A.D.

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