lunes, 2 de mayo de 2011

Nunca mais.

Las dos gotas de agua salada suspendidas sobre la resvaladiza tez mortecina del silencio vaticinan la llegada de un torrente indeseado de absurdos reproches que sólo conducen a la desesperación. Una ténue luz emborrona el terror de la cara deformada por una mueca de incomprensión, y la mente, inconsciente de sus actos, vuela confusa hacia la tierra del arrepentimiento y el perdón para retomar la calma que precedió a la indeseada tormenta.
Ahora ésta, consciente de sus tropiezos pasados y de la incoherencia del momento, decide olvidar, quitar de su memoria lo doloroso e indeseado, dando por sentado que el recuerdo muere cuando uno desea matarlo.

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