viernes, 2 de septiembre de 2011

Caprichos.


El cielo amaneció hoy azul.  El pequeño osito de peluche, testigo de las mil noches que su ingenua dueña ha pasado en vela  tiene que marchar ahora un momento a saludar a su mamá osa. Pone la excusa de que debe ir por obligación, pero sólo él sabe que es lo que más está deseando en ese momento. Tanto dramatismo las noches pasadas le ha dejado harto de llanto.
Al parecer, el día de hoy se presenta tranquilo, así que no hay mejor momento para dejar a la niña sola un momento. Pero no ha salido ni por la puerta cuando la jovencita vuelve a sollozar desesperada…
      -          ¿Qué te pasa ahora,  pequeña?- El osito, resignado no tiene otro remedio más que preguntar…
      -          Las nenas del cole ayer no quisieron jugar conmigo… No me dicen por qué, pero cada dos por tres me dejan sola y se encierran en sus casas.
      -          Bueno, eso será porque a tus amiguitas les gusta la soledad.- “O porque eres una petarda cansina aprovechada” piensa en realidad el osito.
      -          No lo sé, pero me aburro aquí sola. Tú sólo me sirves en algunos momentos, pero en otros eres tan inútil como la antigua gatita que tenía antes. -
      -          Si tan inútil soy, ¿por qué me encierras todas las noches para que no me escape?-
      -          Porque eres mío. Yo no jugaré siempre contigo, pero tampoco voy a permitir que otros jueguen con mi pequeño Bubu.-
Es su momento de libertad, y el pequeño osito no tiene ganas de escuchar más a la caprichosa niña aprovechada, así que sin más se da la vuelta y marcha a su casa. Tras la puerta se oyen sollozos, pero sabe que si vuelve no lo dejará salir.
Bubu sabe que aunque no  le apetezca tener que aguantar a la niña consentida, debe darse prisa, si quiere “cobrar” al final del día. Las calles se hacen muy largas para Bubu, así que decide correr para así tardar menos. Al cabo de menos de media hora, el osito, exhausto, cansado y sin aliento, ya está en casa de vuelta, con intención de hacer sonreír a su caprichosa dueña. Pero ha llegado tarde. Las amiguitas de la pequeña están en casa. Bubu intenta hacerse notar entre las niñas, pero ni su dueña se percata de que ha vuelto. Están demasiado entretenidas viendo revistas de niñas, dibujándose y retratándose  las unas a las otras y robándose la merienda. En dicho arte, la pequeña caprichosa parece ser la líder.
Al cabo de un rato, una de las niñas nuevas, la que parece tener algún problema con su dieta, se levanta y sin más se va, las demás la siguen. Se nota quién manda.
La niña, de nuevo sola, vuelve a requerir los servicios de Bubu. El osito, se acerca a ella y le dice que qué tal con sus amigas.
      -          ¡AH! ¡Pues genial! Me lo pasé en grande, pero creo que les pasa algo(…)-
El osito decide acomodarse. Sabe que tras una visita de sus amigas, toca destriparlas una por una, sacar los más sucios trapos, y poner pegas a todo lo habido y por haber. Es lo mismo de siempre, pero no tiene más remedio que escuchar ya que ese había sido el precio estipulado por volver de nuevo a los brazos de su pequeña dueña.
Al cabo de un rato, el sueño puede con ellos y caen en las redes de Morfeo, sabiendo el pequeño Bubu que eso no había sido ni la cuarta parte de lo que todavía le tocaba escuchar, y no solo de las amiguitas que habían asistido a la “fiesta”, sino de mil más que seguramente, ni él conocería. 

Y lo peor de todo es que Bubu sabe que tarde o temprano acabará en la basura, como la viejita Misi acabó en la carretera. 
... ¿o no?

3 comentarios:

  1. Hasta que la niña se quede sin cositas para jugar...

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  2. O sí. Pienso que los seres humanos casi siempre seguimos unas pautas, aunque no siempre conscientemente. Pero oye, ¡que divertido es jugar!

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  3. El problema es que jugando tú disfrutas, pero a lo mejor tu juguete sufre.
    Cuando peinas a las Barbies, les tiras del pelo, pero no tienen boca para quejarse...

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