jueves, 4 de octubre de 2012

Tres de tres.

                Fue curioso... Hace unos días, al empezar la universidad, tocó ordenar un poco la habitación. La estantería de libros, cuadernos y apuntes estaba hecha un desastre y para empezar con buen pie las clases decidí ordenarlo todo, guardar los apuntes del año pasado, recompilar lo que consideraba que me iba a hacer falta en este nuevo curso, etc. ¡Qué sorpresa me llevé nada más empezar!
                Debajo de un montón de folios, los recuerdos decidieron aflorar como si los hubieran mandado a propósito. Una foto fue lo primero que surgió. Durante mucho tiempo había estado dedicada a adornar, pero por x motivos pasó a guardar polvo en algún estante. Lo segundo que surgió fue una carta. Una carta llena de letras, palabras, frases. Una carta que, en su día, significó un antes y un después en una amistad, que marcó un acontecimiento histórico digno de publicar en el gadget “hechos históricos” de google. Pero la cosa no acabó aquí, tras la carta llegó otro trozo de papel escrito. Una receta. Quizás menos memorable, pero igual de simbólico. No creo que esa receta la vaya a llevar a cabo pero, oigan, ahí está.
                Tres trozos de papel impregnados de tinta. Papel fotográfico impregnado de tinta de color; un folio blanco impoluto salpicado de tinta azul; y un trozo de folio reciclado garabateado en negro. Tres trozos de papel que fueron mucho, fueron todo. Y ahora no son más que recuerdos vacíos de tres destinatarios distintos.
                ¿Hasta dónde puede llegar el ser humano a mentir? Sin duda, la carta gana de goleada; seguida de la foto, muy de cerca de la receta. A mí me sorprende... Lo que ya no sé es si me sorprende para bien  o para mal... 

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